domingo, 25 de noviembre de 2012

We are young

Cuando tenía 15 años, quería ser la vocalista de una banda, salir de fiesta, tener el novio más bonito y pasarla bien en la universidad. Ahora, 6 años después, estoy casada, tengo un bebé, y vivo muy lejos de mi casa, de mi universidad, de las fiestas y de los amigos. A veces me sorprende cómo nuestras decisiones nos traen tanta dicha y tanto dolor al mismo tiempo. Soy feliz, sin duda, mucho más feliz de que fui antes, pero a veces pienso mucho en "lo que pudo haber sido" si hubiese tenido fuerza de voluntad, si no me hubiese dejado dominar por el miedo, por la autocompasión, y por las palabras humillantes de la gente. Si me hubiese dado cuenta antes de lo importante que soy, de lo maravillosa que puedo llegar a ser, y que hay otras siete mil millones de personas en el mundo que pueden llegar a creer que soy genial, mi presente sería muy distinto. Primero, no me hubiese casado, y por consiguiente, no hubiese tenido a mi chiquitín, ni me hubiese venido a vivir al desierto. Hubiese continuado la universidad, tal vez hubiese trabajado duro durante un año y me hubiese comprado un pasaje de avión a Europa y sería una mochilera más. Todo si "hubiese" sido mi otro yo, ese que soy ahora. Tengo mis días, a veces me arrepiento de las decisiones que he tomado, a veces me enorgullezco de ellas, a veces simplemente quisiera haberme tirado de ese puente. La reflexión de todo esto es que cuando somos jóvenes tenemos tanta prisa por crecer, al menos yo la tenía, que cuando crecemos, sólo queremos volver a ser jóvenes, salir de fiesta, estudiar para los exámenes finales, lidiar con nuestros problemas amorosos. Crecer es difícil, pesado, y lleva mucha responsabilidad, sobre todo cuando crecer implica convertirse en mamá de alguien. Es una responsabilidad y un trabajo de 24 horas, sin descanso. Creo que de todas las decisiones que he tomado, la de ser mamá ha sido la más gratificante y dolorosa de todas. Tener un hijo es maravilloso, pero es tan desgastante... Yo trabajé en una obra de construcción. Mezclé cemento, pegué ladrillos, cargué sacos de arena durante 10 horas diarias. Y eso me parece tan sencillo en comparación con ser mamá... Mi chiquitín me ha enseñado tanto sobre la vida, y él ni siquiera sabe cómo se llaman ni para que sirven las cosas que tiene alrededor. Este es uno de los días en los que la carga de mis decisiones se hace pesadísima.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Mudanzas

¿A quien se le ocurre empezar un blog justo cuando se está mudando de país y su hijo se ha convertido en alguien ultradependiente? Pues a mí, que estoy medio loca. Escribir me gusta, me relaja, dispersa mi mente, congestionada por demasiadas ideas y pensamientos, casi todos inconexos y sin sentido. Esto es sobre mi vida, sin muchos detalles, porque bueno, escribir es sabroso, pero cansa. Para desahogarme, no volverme loca, descansar de ser mamá, esposa, cocinera, señora de la limpieza, organizadora y mujer durante las 24 horas. Hoy tengo una pequeña queja, convertida en una opinión en general: ¿No les da pena a los jefes de Estado, hacer estas grandes conferencias para paliar cosas como el hambre, el calentamiento global, el racismo, la guerra, y esas otras cosas horribles que se nos ha ocurrido para odiarnos entre nosotros mismos, gastando una cantidad de dinero absurda que bien podría usarse directamente para paliar este tipo de situaciones? Es como las fiestas de diplomáticos, se hacen para justificar los sueldos, el gasto de enviar y mantener a alguien en otro país para que te represente. Los jefes de Estado hacen estas grandes conferencias para justificar el dinero que también se gastan en gastos de representación, como ropa, asesores de imagen, joyería, etc. Una que se pregunta cosas raras.